En abril de 2007 la Iglesia Católica eliminaba la figura del “limbo”, el lugar donde colocaba a los niños que morían sin recibir el bautismo, al considerar que reflejaba una “visión excesivamente restrictiva de la salvación”. Así lo reflejaba en un texto que recuerda que en el siglo V San Agustín decía que los niños muertos sin bautizar iban al infierno. En la España franquista la iglesia no permitia enterrar a los nacidos muertos en lugar santo.